Hay palabras que marcan una gran diferencia, en este caso la tercera persona del singular, en femenino. Los grandes marineros, hombres sin prisa y con tatuajes desteñidos por el sol, siempre la llamaron así, LA mar, no el mar, con nombre de mujer, en femenino, femíneo.

Madre de buques, progenitora de oleajes, y cuidadora de pecios hundidos, felizmente olvidados, desterrados y adormecidos. Y hogar también de algunas mujeres bravas, fuertes, viscerales y valientes. Mujeres con alta salinidad en la sangre que cambiaron comodidades por declinaciones, ancladas a un destino marino y que solo buscaban la estabilidad en un rumbo.
Hoy quiero recordar a todas esas mujeres que vivieron lejos de tierra, física y mentalmente, buscando días de vientos que impulsaran sus sentidos como mayoristas de inercias. Amazonas de las mareas, sin caballos pero a lomos de un velero con las riendas de un timón.

Mujeres piratas, que no de piratas, vinculadas a la mar y a la historia, que libraron mil batallas entre el bien y el mar, coleccionistas de botines como la famosa Ching Shih, que satisfacía los placeres de la lujuria, y que tras la muerte de su esposo tomó las riendas canallas de mas de 1.800 barcos y 70.000 hombres leales a sus ordenes que le cedieron sus destinos.
El matriarcado puramente marino.

O las temibles Mary Read y Anne Bonny, mujeres que hacían abordajes vestidas de hombres pero no con sus tripulaciones donde podían vestir de mujeres, reconocidas y clandestinas, desafiantes de las leyes de los hombres del mar. Fueron amorales piratas, exquisitas amigas, y terminaron embarazadas y encarceladas juntas.
Sister Ping, la ultima gran pirata de los Mares de China que se dedicó al trafico ilegal de personas que buscaban encontrar fortuna en los Estados Unidos, y que finalmente fue arrestada en el año 2000 y posteriormente falleció.

Mujeres buceadoras, buscadoras de perlas, como las Amas de Japón, mujeres medio sirenas medio apneístas, un híbrido del mar y la tierra, que bajaban hasta 10 metros con una sola inspiración, medio desnudas para secarse rápidamente y repetir el mismo proceso una y otra vez decenas de veces al día incansablemente. Sirenas sin escamas ni branquias y que a día de hoy aún quedan algunas que a sus 90 años continúan con esta milenaria tradición de la que ya existían referencias en el 286 a. c. Amas de los fondos marinos buscando un golpe de suerte, un golpe de mar. Las titanes de las profundidades.
Mujeres marineras, regatistas, lectoras empedernidas de cartas náuticas que zarparon y embarcaron para recorrer el mundo y sus océanos. Damas coleccionistas de millas a sus espaldas y en sus esloras, guiando una proa por las olas y haciendo bailar sus velas con los vientos.
Contadoras de nudos, sin líneas del destino en sus palmas sino derroteros. Patronas que disfrutan navegando, como la francesa Florence Arthaud que tras un accidente , estar en coma y una parálisis, con 18 años completó su primer cruce al Atlántico y que en 1986 en la Ruta del Ron se desvió para rescatar a otro participante pero solo halló su barco. Los marineros no mueren en el mar , desaparecen. Años mas tarde batió el récord en esa misma ruta y fue la primera mujer en ganarla. Finalmente falleció en los cielos tras un accidente de helicóptero en 2015.

O Dee Caffari , navegante tardía que debutó en el mar con 31 años en la Global Challenge de 2004, haciendo la vuelta al mundo en solitario pero a contracorriente de Este a Oeste con los elementos encontrados. Fue la primera fémina en navegar el mundo en ambas direcciones acumulando cinco circunnavegaciones, supongo que el maillot amarillo de la navegación seria para ti Dee.
No podemos olvidarnos de la niña de los mares, Laura Dekker, la dulce hija del viento que se encontró en un limbo numérico por su edad, donde venció a la Justicia en algunas ocasiones tan tirana, y a sus 14 años en 2014 zarpó en solitario desde Gibraltar siendo la persona mas joven en completar una circunnavegación en solitario. Vivió 518 días entre estribor y babor y llego a su rumbo siendo ya otra mujer del mar.
Y por último mujeres fareras, o torreras como realmente se llama a esas guardianas perpetuas del mar que hace muchos años empezaron como mujeres de fareros que se ocupaban de las tareas domesticas en los faros, pero que sustituían a sus maridos cuando estos enfermaban, fallecían, o necesitaban otra mano.
Mujeres con camarotes en tierra, el radar de radares, emisoras de ráfagas en la noche que guían rumbos perdidos.
Mujeres con nombres propios que cambiaron por farera, en un oficio tradicionalmente masculino y casi extinto ya por desgracia, y que hasta 1974 no consiguieron el titulo de fareras, con Margarita Frontera a la cabeza , siendo la primera en España en conseguirlo.
Cristina Fernández, en el faro de Cabo Vilán, en aguas gallegas frente a la Costa da morte ,faro que encendió su luz por primera vez entre meigas el 15 de Enero de 1896, y donde Cristina recién jubilada ha estado mas de 40 años subiendo sus 250 escalones ,siendo la farera mas veterana de España que no solo vivió en el faro, sino que también vivió para el.

Otra farera en Galicia, Elena Aramendia, en la torre de San Cibrao, en Lugo, y de otros faros vecinos, que eligió una profesión solitaria y romántica en un refugio idílico, perfecto para novelistas y deseado por poetas y almas libres que no temen a las soledades ni a los temporales.
O la torrera Fanny May Salter, farera del Turkey Point Lighthouse en Maryland, EE.UU, donde prestó servicios en 1925 hasta 1947, faro en el que llegaron a guiar con su luz hasta cuatro mujeres durante 86 años de los 114 años de servicio que tuvo ese faro hasta que se automatizó.
Mujeres aisladas en torres, rincones donde pensar que así pasaban los días, siendo las rosas de los vientos en tierra, habitantes en la soledad de un faro, madres de mano firme en días de mala mar. Estos fueron sólo algunos nombres de mujer que susurran los vientos de Poniente y Levante entre rachas, de lobas de mar cuya manada habita en el gran azul, el matriarcado de sirenas, piratas, capitanas y fareras con las que cada noche alguna niña sueña, porque eso fueron ellas algún día, niñas soñadoras, marineras durmientes que un día despertaron y se convirtieron en las mujeres del mar, amazonas de sal.
Que maravilla de texto.
Aún siento el sabor del salitre en la boca.
Grande María y por supuesto Inés.
Mujeres de la mar por derecho propio. @malasletras