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El porqué de mi pabellón

29 de enero de 2022 by Hector García Deja un comentario

El pabellón que enarbola mi barco no tiene, en realidad, mucha relevancia. El único interés radica en la exigencia legal de que toda embarcación debe estar adscrita a un pabellón. De hecho, el requisito ineludible para hacerse a la mar es estar adscrita a un país y a un puerto base. El mío, en la actualidad, es Gdansk (Polonia). Un lugar que, curiosamente y con toda probabilidad, jamás llegaré a conocer. Y esto es algo que me resulta bastante triste por diferentes motivos.

El Philyra, mi embarcación bajo bandera española

Aún recuerdo con añoranza aquellos tiempos maravillosos en los que navegaba a bordo de mi pequeño Philyra. Una embarcación bajo pabellón español con la que navegaba por España, Francia, Italia o Grecia. Me llenaba de orgullo el poder atracar en todos esos puertos lejanos enarbolando un pabellón nacional que a muchos les resultaba extraño. Siento envidia cada vez que veo a franceses y británicos paseando su bandera por todo el mundo. Orgullosos de pertenecer a naciones que han dado y siguen dando una gran cantidad de magníficos navegantes. Envidia de unos países que aprecian y valoran el mar y a todos aquellos que se lanzan a la aventura de surcarlo en cualquier tipo de embarcación. Aquellos días en los que fui un marino errante a bordo de una pequeña embarcación fueron muy felices para mí. Viajaba hasta puertos remotos orgulloso de mostrar la enseña de mi barco. Los que allí me recibían quedaban totalmente sorprendidos y extrañados de que una embarcación tan pequeña pudiera llegar tan lejos.

Cuántas veces al llegar a Grecia escuchaba susurrar a mi alrededor: “¡Mira ese barco, se llama Philyra y viene de España!”. Qué emoción cuando, tras casi un mes navegando y sin hablar con nadie, llamé la atención del único velero español que vi en tres meses: “¡Eh!, ¡oye!, ¡aquí!” Allí estaba yo, en Santa María di Leuca, ondeando mi bandera española en la popa del Philyra al avistar a aquel barco compatriota.

Su armador se llamaba Antonio. Me invitó a comer y pudimos charlar muy animadamente y con tranquilidad. Una de las grandes ventajas de encontrarse con un español en tierras lejanas. De hecho, una de las cosas más bonitas que tiene navegar bajo la bandera de tu país es que permite a gente extraña saber de dónde viene uno y reconocer a los que son tus compatriotas. Esto te permite conocer a una gran cantidad de personas, uno de los grandes alicientes de poder navegar.

Fue muy emotivo poder entablar conversaciones con franceses, alemanes, holandeses, belgas, griegos. Todos ellos me preguntaban: “¿pero de veras vienes desde España con ese barco?”. Y, claro, yo me sentía tremendamente orgulloso de pertenecer al país en el que nací y de donde soy.

Ahí estaba yo, con mi bandera tamaño XXL y fiel a innumerables tradiciones que hasta ese momento poco o nada me habían importado. Ahí estaba yo con gran parte de Italia sin salir de su asombro al ver cómo un barco español de apenas seis metros había podido llegar hasta allí.

Nada comparable aquel momento con los mensajes que recibo ahora en Instagram: “¡Polska flaga!” Y mi respuesta, en inglés: “sí, bueno… pero en realidad soy madrileño…” Puedo leerles perfectamente la decepción en sus respuestas porque, claro, son polacos y pensarán qué demonios hace este con una bandera polaca.

El Valkyrja, mi nueva vida a bordo de un barco

Durante el tiempo que fui armador del Philyra, siempre enarbolé mi pabellón español. Pero en diciembre de 2019, al regreso de mi travesía, decidí cambiar de vida y vivir a bordo del Valkyrja. Un precioso velero oceánico escandinavo de pabellón británico que adquirí. Como supongo que le ocurrirá a cualquier súbdito español, me asaltaron múltiples dudas al comprarlo. Pero el tiempo apremiaba y yo no quería volver a Madrid, por lo que cualquier barco que me permitiese flotar, vivir y trabajar a bordo me servía. Por eso me lancé a la aventura e invertí todos mis ahorros en el Valkyrja.

¿Por qué no enarbolar la bandera española en el Valkyrja?

Desde el primer momento deseé enarbolar mi pabellón español con Valkyrja. Sin embargo, la realidad es bien distinta. En primer lugar, Valkyrja es un barco construido antes del marcado CE, por lo que no tiene la documentación pertinente que lo certifique. Por tanto, para hacerlo español debía contratar a un ingeniero naval que revisara y certificara que mi barco es oceánico. Pero esta tarea costaba una fortuna, casi el 10% del precio de compra del barco. A todo esto, no tenía homologadas ni mi emisora de radio marina VHF, ni mi receptor Navtex ni el sistema AIS que me había traído del Philyra. Más y más gastos y el presupuesto se disparaba. Además, debía realizar el registro y la revisión de la radiobaliza y el barco y hacer un curso de marino mercante para disponer de una licencia de radio de largo alcance. Un curso que solo se imparte en escuelas para profesionales. Yo en España dispongo de un título de Patrón de Embarcación de Recreo (PER), por lo que, desde el punto de vista legal, no puedo alejarme más de 12 millas de la costa. Pero claro, con un velero oceánico la línea de doce millas náuticas es como quedarte en el patio de tu casa cuando sales a la calle. Algo que no me compensa en absoluto teniendo en cuenta mi experiencia y mis conocimientos, los cuales me han permitido hasta ahora navegar sin límites. De hecho, mucha gente me pregunta cómo puedo disponer de tantos conocimientos con apenas un título PER. En realidad, no sé muy bien qué responder. Pero es cierto que si navegas en solitario una gran distancia, debes disponer de esos conocimientos por tu propia seguridad. Además, siento una tremenda curiosidad en todo lo relativo al mar y procuro estar informado. Una excelente manera también de ejercitar la mente a bordo para no estar solo mirando el horizonte mientras navegas.

El Valkyrja bajo pabellón polaco.

Por todo lo anterior, el Valkyra no pudo enarbolar bandera española sino británica. Aunque eso sí, lo hizo hasta la llegada del Brexit. Es por esto por lo que ahora navega bajo pabellón polaco. No se trata de una cuestión económica, sino de seguridad en el mar. La exigencia legal me permite poder disponer de marcado CE en todos los equipos homologados que integran mi barco. Además, cuento con un seguro a todo riesgo para poder navegar por todo el mundo. La bandera polaca únicamente me exige una serie de requisitos con la Unión Europea, pero no con España. Por cierto, ya que hablamos de España, tengo que decir que en la actualidad no legisla la náutica de recreo tal y como es, un ente separado de la náutica profesional. Y, ya que hablamos de ello, me vais a permitir que realice una crítica constructiva de nuestro sistema. Una crítica que yo fundamento en tres pilares fundamentales.

La formación

El modelo español exige superar una serie de exámenes y prácticas que no te ofrecen las habilidades necesarias para hacerte a la mar nada más aprobar. En mi caso, por ejemplo, acudí a una escuela de vela de crucero en la que pude navegar en todo tipo de condiciones climáticas. Tuve la oportunidad de cometer errores y me ayudaron en todo lo concerniente a la mecánica de la navegación. Todo esto me permitió adquirir una mayor seguridad en mí mismo. Poco a poco, y a medida que me hice a la mar, fui tomando experiencia y más soltura. ¿Qué quiero decir con todo esto? Pues que la titulación es solo una base, pero no te asegura completamente nada en el mar. El modelo francés, en cambio, es diferente. En el país galo no exigen titulación, sino que todo depende de tu experiencia y de tus habilidades. Algo similar ocurre en Gran Bretaña, en donde me sigue resultando muy curioso que haya tantas escuelas de navegación reputadas si, en realidad, no se requiere de título para navegar. Lo entendí cuando pude descubrir que para obtener el título debes embarcar con un examinador y hacer millas simulando que navegas en solitario. La idea es que el valor real del título no sea el papel en el que está impreso, sino el aprendizaje y la experiencia que hayas adquirido.

La náutica profesional y la náutica de recreo

La separación entre la náutica profesional y la náutica de recreo es un punto que considero muy importante. No en vano, no tiene nada que ver un navegante profesional con un amateur. En nuestro sistema, al margen de titulaciones, no hay una separación precisa entre las necesidades de un navegante profesional y un aficionado. Con esto me refiero a las revisiones y homologaciones que tienen que pasar los diferentes equipos, sean los de un navegante profesional como los de un aficionado. Considero que si un equipo cualquiera ya tiene un marcado CE, está cumpliendo con la normativa comunitaria. No me parece razonable ir a más o pagar por unos equipos y sistemas más exhaustivos cuando lo único que vas a hacer es dar un paseo con el barco.

El servicio al ciudadano.

El último punto del que quiero hacer mención es el servicio al ciudadano. ¿Por qué sigue existiendo tanta complejidad en términos burocráticos si vivimos en la era de la tecnología? Hace tres meses tuve que renovar por primera vez mi título. Pues, aun mediante una renovación digital, tardé tres horas. Y eso que soy informático de profesión y tengo amplios conocimientos en la materia. Para muestra, un ejemplo. Mi experiencia con el SSR británico fue de lo más simple. Envié un correo electrónico preguntando cómo podía dar de baja mi pabellón inglés. Y, en menos de 24 horas, me respondieron con una copia digital del contrato de compraventa para dar de baja mi pabellón sin problema. Los trámites náuticos en casi toda Europa son muy sencillos y rápidos. La mayoría de países solo exigen marcados CE y muchas banderas no obligan a disponer de titulación para navegar. ¿Por qué en España nos complicamos tanto?

Una reflexión final.

Como muchos bien sabéis, vivo a bordo de un barco. Casi todos los días de verano ayudo a alguien con problemas. La mayoría provocados por accidentes, por desconocimientos en la materia o por falta de experiencia. Me he encontrado con muchos PER a los que no les gusta navegar de noche porque, en realidad, no saben. Hay otros que ni tan siquiera hablan inglés porque su plan de navegación no lo requiere. Pero, ¿qué ocurrirá el día que sí necesiten hablar en inglés o tengan que navegar de noche? No les valdrá de mucho sus títulos, sino más bien sus conocimientos y su experiencia. ¿Está contribuyendo nuestro sistema a una mayor seguridad de los navegantes?, ¿por qué en vez de invertir 800 euros en una titulación no se reciben mejor unas clases? Pero no clases regladas obligatorias, sino más bien clases libres en donde se aprenda y se experimente lo realmente importante. Me produce mucha pena no poder llevar el pabellón español en mi barco. Me encantaría llegar a un puerto noruego, uno de mis próximos proyectos, enarbolando con orgullo la bandera de mi país. Pero, si os digo la verdad, no me importa. Lo haré igual, porque a partir de las 12 millas náuticas mi insignia española pasará a formar parte de mi driza. Por eso, cuando llegue a un puerto extranjero podré seguir disponiendo de mi bandera española para izarla en el mástil. Porque el mar no entiende de naciones, pero las naciones sí que podrán presumir siempre de sus marinos.

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Publicado en: Gente de mar Etiquetado como: abanderamiento, bandera polaca, vivir en un barco, vivir en un velero

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