
El desafío
La Mini Transat es una regata transatlántica que consiste en cruzar el Atlántico en solitario en un velero Mini (6,50 metros de eslora). A la dificultad de la distancia, se le une el hecho de ser una regata en la que no existe ningún tipo de asistencia ni contacto con tierra.
A día de hoy, la Mini Transat es una de las regatas oceánicas más populares. Una prueba transatlántica que discurre entre Francia y el Mar Caribe, con una escala en las islas Canarias. Más de 4.000 millas náuticas a bordo de los barcos oceánicos más pequeños del mundo. Todo ello con la prohibición de realizar cualquier tipo de comunicación con tierra firme y el uso de softwares de predicción meteorológica.
La historia de la regata
La primera regata Mini Transat se llevó a cabo en 1976. Su creador fue el británico Bob Salmon, quien decidió así realizar una particular crítica frente al despilfarro económico que suponía participar en la Gran Transat. De esta manera, y poniendo como primera condición la participación de barcos de 6,5 metros de eslora, se permitía la asistencia de un mayor número de embarcaciones.
En la primera edición, celebrada en 1977, tomaron parte en esta travesía 23 barcos. De ellos, 19 llegaron con éxito al final después de casi 40 días de navegación. Las primeras ediciones de esta regata partieron desde el puerto de Penzance (Reino Unido) para llegar al final de la travesía a la isla caribeña de Antigua.
Hasta 1993, el único instrumento de navegación que se podía utilizar era el sextante. A partir de ese año, se permitió ya el uso del GPS y una radio VHF como equipo de comunicación. No obstante, el alcance máximo de esta radio solo puede ser de 50 kilómetros. En caso de existir algún contacto con tierra, el navegante sería descalificado.

Diego Hervella
Mi nombre es Diego Hervella, y me dispongo a ser el primer venezolano, de origen gallego, en participar en este desafío.
Aunque mis raíces están en Galicia, ser el primer venezolano en participar en la Mini Transat ya supone para mí todo un desafío que deseaba cumplir. Desde niño, he disfrutado del mar en las playas del Parque Nacional Morrocoy, un auténtico paraíso situado en el Golfo Triste en Venezuela. Tanto es así que todo lo relacionado con el mar me gustaba mucho más que ir a la escuela.
Llevo años preparándome para afrontar el enorme reto de esta regata oceánica. Es necesario afrontar un proceso de formación de este tipo no solo para garantizar la máxima seguridad. También hay que preparar con suficiente tiempo todos los aspectos y los posibles imprevistos que puedan surgir en tamaña empresa.
Este tiempo me ha servido también para buscar patrocina-dores que me ayudaran con la travesía. Pero también, y sobre todo, para comprar el barco que me permita llevarla a cabo. Tengo que dar las gracias a los esfuerzos y los apoyos de mi familia y mi empresa para poder disfrutar de esta embarcación.
No obstante, aún quedan dos años más llenos de desafíos. Tengo que ultimar algunos detalles antes de iniciar la travesía: la propia inscripción para la regata, la contratación de los seguros correspondientes y un sinfín de detalles con los que no dejar ningún cabo suelto.
Además del desafío en si mismo, hay una serie de aspectos que me gustaría desarrollar en esta aventura.
El desafío deportivo
Supone una enorme motivación deportiva todo lo que se cuece alrededor de esta excepcional regata. Los entrenamientos previos, la preparación física que se requiere, las condiciones que me voy a encontrar en alta mar. Es un enorme desafío deportivo poner en marcha una embarcación de este tipo y atravesar el Atlántico compitiendo frente a unos 90 barcos más como el mío en unas condiciones similares.
La gestión del proyecto
Por último, y no menos importante, se halla la gestión misma del proyecto en todas sus vertientes. La enorme aventura y el desafío que supone llevar una embarcación como esta a través del Atlántico. Navegar totalmente en solitario, en un espacio de poco más de 6 metros de eslora y sin ningún tipo de comunicación con tierra firme
Descubrir y compartir la cultura celta
Otra de las grandes motivaciones que me llevan a realizar esta regata es seguir descubriendo y compartiendo la cultura celta, una de mis grandes pasiones. Galicia y Bretaña han sido, desde siempre, tierras de grandes aventureros y yo quiero formar parte de ellos a partir de ahora.
Me llena de orgullo recordar el sonido de la gaita de mi padre en tierras venezolanas y a 40 grados a la sombra de un manglar. Un sonido que recibían con una enorme sonrisa la gente que lo escuchaba. Un recuerdo en el que puedo apreciar que, además de grandes navegantes y aventureros, los celtas sabían y saben disfrutar como nadie el mayor tesoro que tenemos: la vida.
Es por eso que quiero viajar y conocer nuevas gentes, descubrir nuevas sensaciones, olores, paisajes, vistas. La mejor manera de vivir cada proyecto como un sueño que deseo realizar.
En realidad, este aspecto me parece el más importante de todos. Quiero destacar especialmente el desafío que representa esta regata para cada uno de los marinos participantes. Es muy probable que muchos de ellos lleven soñando con esta travesía desde hace varios años. El esfuerzo y la constancia terminan dando sus frutos.
Por mi parte puedo asegurar que la aventura está garantizada. A lo largo de este proyecto, deseo compartir un poco de allí y de acá. Quiero hablaros de las islas Cíes y sus playas, de Santiago y sus peregrinos, de Finisterre, Foz y otras tierras del norte.
Pero tampoco me quiero olvidar de la Galicia interior, la de los Cañones del Sil o Cabeza de Manzaneda.
Deseo hablaros también de los paisajes similares que existen en la Bretaña francesa y de otras tierras hermanas de alma. El Golfo de Morbihan, la península de Crozon, el Festival Intercéltico de Lorient, la Costa de Granito Rosa, el Monte Saint Michel y hasta algún rayo de Sol del Caribe para alegrar los corazones.
Os saludo desde tierra adentro y hasta pronto.
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