REDEIRAS Sei do fío de seda no abdome das redeiras Da primeira hora da mañá das arañas Dos filamentos do alba Nas mans a rotación da agulla a luxuria dos dedos. Os ollos enmallados no pano A averia dos nós Sei dos mandís que gardan os milímetros de paciencia A libreta dos cortes A pedra de afiar O reloxo de sol Sei dos brazos que reparan a xeometría da arte As redes en coma Bisturís sen punta na precisión da ferida Nobelos de fío que devolven o aparello o mar Mulleres que atan no seu colo a suor dos homes Xosé Iglesias. De su poemario “A relixión do mar”
Uno de los mayores patrimonios que posee Galicia es el mar. Sin ir más lejos, es, con 1498, la comunidad autónoma con más kilómetros de costa de la España peninsular. Una enorme franja en la que se suceden parajes y playas espectaculares, así como pueblos y villas con encanto.
Pero frente al mar gallego se halla también una enorme industria pesquera que da vida a la región y en la que tienen cabida figuras tan emblemáticas como las de las Redeiras.
Galicia cuenta con la mayor flota pesquera en España y la Comunidad Europea. Una industria que tiene tras de sí a una gran cantidad de protagonistas fundamentales para su desarrollo.
La labor, precisamente, que hacen las redeiras, tan callada y silenciosa, es clave para que cada día esta flota pueda salir a faenar.
En sus orígenes, eran los propios marineros quienes realizaban en exclusiva el trabajo de redeiro. Una labor que consistía en en la reparación de las redes de pesca y de todos los aparejos que llevaban en los barcos para faenar. Sin embargo, con el paso de los años, esta labor comenzó a ser desempeñada por las esposas de los marineros.
La tradición data ya del siglo pasado y, poco a poco, fue haciéndose mucho más popular entre las mujeres. Un arte que es uno de los oficios marineros más antiguos que existen en la actualidad. De esta manera, los hombres ya no tenían que dedicarse a ello y podían pasar más tiempo de pesca, vendiendo los productos o descansando.
Las redeiras, por tanto, sustituyeron a los marineros que reparaban las redes y los aparejos a bordo de las propias embarcaciones cuando salían a faenar.
En un principio, trabajaban a la intemperie, bien en el puerto pesquero o en el muelle de la localidad. Sin embargo, con el paso de los años, y a medida que su labor fue haciéndose más popular, lograron en muchos casos disponer de unas naves para ejercer más cómodamente esta labor.
Una labor históricamente desempeñada por mujeres
Un oficio centenario que consiste básicamente en reparar las redes y los aparejos de pesca de forma artesanal. Una labor que, en esta comunidad, forma parte del patrimonio cultural de Galicia y que es incluso objeto de interés y visita por miles de turistas al año.
Trabajan, sobre todo, con mallas y agujas frente al puerto, y son las encargadas de que el aparejo pesquero esté en perfecto estado para que los marineros puedan salir a pescar.
Un trabajo fundamental y una actividad artesanal que, a pesar de sus décadas de historia, se halla en peligro de extinción.
La labor de reparación y confección de las redes es diferente según el tipo del arte de pesca, la técnica de confección de la propia red o por indicación del propio armador.
Cada tipo de red tiene un modo de confección diferente. Las redeiras son capaces de dominar todas las técnicas de confección y montaje de los aparejos de pesca. Por lo general, suelen trabajar con redes de acero y emplean artes menores tradicionales como los miños, las vetas, los trasmallos, las volantas o los boliches.
Una labor que es básica para que los trabajos de pesca se puedan llevar a cabo. Los barcos que llegan a puerto descargan sus redes deterioradas y recogen aquellas que ya fueron reparadas por por las redeiras para volver a faenar. La actividad de estas mujeres representa, sin duda, una de las grandes señas de identidad de la cultura gallega.
Las asociaciones de redeiras En la actualidad, se estima que son unas 500 mujeres gallegas aproximadamente las que se dedican a confeccionar y reparar redes como redeiras. Sin embargo, de este número solo entre 150 o 200 están asociadas para lograr que este oficio tenga el reconocimiento profesional que necesita para su pervivencia. Estas asociaciones se encuentran en los municipios de Cariño, Cedeira, Malpica, Corme, Cambados, Portosín, Cangas y A Guarda.
Sin embargo, muchas de las jóvenes gallegas no están, en la actualidad, por la labor de recoger el testigo centenario de sus madres y sus abuelas. De hecho, la media de edad de las trabajadoras actuales oscila entre los 45 y y los 60 años.
Un sector envejecido y que echa en falta la ayuda del relevo generacional que no parece llegar en estos momentos. La lucha de este colectivo por su reconocimiento profesional. Las mujeres que deseen ejercer la labor de redeiras deben poseer una tarjeta profesional de Marinero – Pescador.
Una vez la tengan, podrán realizar este trabajo por cuenta ajena o de forma autónoma. La mayor parte de las asociaciones de redeiras se hallan agrupadas en torno a la Federación Galega de Redeiras Artesás O Peirao.
La lucha que en los últimos años mantiene este colectivo se basa en tratar de regular la profesión de redeira. Pero, al mismo tiempo, se tiene el objetivo de visibilizar este oficio que, si bien es todo un patrimonio cultural en Galicia, se está convirtiendo en la actualidad en una actividad artesanal casi invisible.
La labor que realizar estas asociaciones trata de promover también que las redeiras obtengan una mejora en las condiciones económicas y laborales. Por otro lado, se pretende luchar frente al intrusismo laboral y se busca, sobre todo, garantizar el relevo generacional de un oficio que está en claro peligro de extinción.
Entre otras reivindicaciones, también se desea fomentar la prevención de riesgos laborales y eliminar la brecha salarial existente entre los distintos subsectores que se dedican a la confección y el manteniento de redes y otros aparejos de pesca.
Por último, se persigue también que estas mujeres puedan tener nuevas alternativas de empleo, una mejora de las infraestructuras portuarias para que puedan llevar a cabo su actividad de forma más digna.
Es esta lucha por sus propios derechos e intereses la que, en definitiva, está consiguiendo que se reconozca de manera visible y profesional el trabajo de las redeiras.
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